Casas económicas llevan esperanza a Las Malvinas
La fundación Un techo para mi país, con el apoyo de la empresa Chevron Caribbean y su marca Texaco, ha construido trece viviendas en el barrio Las Malvinas, en Villa Mella.
Villa Mella, Santo Domingo Norte.- En Las Malvinas, un barrio del municipio de Villa Mella ubicado en la margen oriental del río Isabela, los días pasan sin pena ni gloria. Pocos se imaginan que en el gran Santo Domingo existe un lugar en el que se vive con tantas precariedades; donde el cartón, los pedazos viejos de madera y el zinc son un lujo como materiales de construcción y donde los servicios básicos apenas llegan.
El año pasado, sin embargo, las cosas comenzaron a mejorar.
La empresa Chevron Caribbean Inc., a nombre de su marca Texaco, ofreció su apoyo a la fundación internacional Un techo para mi país para que iniciara en República Dominicana su programa de construcción de viviendas de emergencia en lugares vulnerables y de extrema pobreza. Por cada galón de gasolina vendido en las estaciones Texaco, la empresa reservaba una cantidad para este programa.
Tras un riguroso proceso de selección, estudios y evaluación, la fundación determinó que Las Malvinas, con sus casi 800 familias, era el lugar ideal para iniciar el proyecto.
Llegaron a tiempo, en noviembre del 2008, justo cuando la desesperación comenzaba a hacer estragos en la población asentada en una antigua zona de lagunas y humedales. Hoy, Francisca, la primera beneficiada, y Yahaira, que estrenó la suya hace 15 días, respiran aliviadas, sonríen y enfrentan con esperanza el futuro. También lo hacen otras 11 familias.
A la fecha, Un techo para mi país y Chevron Caribbean han construido 13 casas en Las Malvinas I y Las Malvinas II, las últimas tres el pasado fin de semana.
Prefabricadas sobre las casas, el peruano Renato Corzo, director social de Un techo para mi país en República Dominicana, explica que son estructuras de madera prefabricadas de 18 metros cuadrados, divididas en dos plazas y colocadas encima de pilotes de madera.
Pudiera parecer poco espacio, pero no es así si se toman en cuenta las necesidades de las familias.
“Estaba loca. Vivía en una casa de lona”, dice aliviada Yahaira, jovencita, con dos hijos de uno y cuatro años.
Para incentivar la responsabilidad y el compromiso social, los beneficiados deben colaborar con el 10% del costo de la vivienda, una colaboración, de acuerdo a Corzo, de unos 5 mil pesos que pagan en cuotas adecuadas a sus pequeños ingresos.
Se toman dos días
Los días son suficientes para levantar la casita: uno para colocar los pilotes y el piso de madera y otro para subir los paneles y sellar las vigas. Pero la agilidad del proceso le debe mucho al buen ánimo de los voluntarios que alzan las viviendas.
La mayoría son estudiantes y recién graduados universitarios de gran sensibilidad que además de ayudar en la construcción se han involucrado de tal forma con el barrio que extienden la ayuda a labores sociales de todo tipo.
“Dependemos del dinero de la empresa privada pero también de la mano de obra de los voluntarios. En el país contamos con 50 voluntarios activos y 250 integrados”, expresa el salvadoreño Javier Lainez, director comercial de Un techo para mi país en República Dominicana.
Lainez reconoce que los voluntarios de la fundación se han convertido en agentes de cambio para el barrio.
“Todo este trabajo genera vínculos no sólo de trabajo, sino de amistad y cooperación con las familias”, dice al respecto Corzo.
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