Máximo Gómez la historia en el tiempo de su 179 aniversario de su nacimiento.
Máximo Gómez Báez (18 de noviembre de
1836 – 17 de junio de 1905) fue un militar de
la Guerra de los Diez Años y
el General en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en
la Guerra del
95.
Máximo Gómez Báez nació en Bani, provincia de
Peravia en la República Dominicana. Su infancia y
adolescencia las pasó en su tierra natal. A los 16 años Gómez se unió al
ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado de alférez.
Durante la reanexión de Santo Domingo a España (1861-1865), Máximo Gómez
ingresó como voluntario en el Ejército español. Durante la Guerra de la Restauración (1863-1865) combatió contra las tropas insurrectas que
pretendían recuperar la independencia para el país. Como tantos otros
dominicanos leales a España, tras la victoria de los independentistas se
trasladó con su madre y sus hermanas a Cuba, donde gracias a un préstamo
personal de Valeriano Weyler pudo dedicarse a labores agrícolas en la zona de Bayamo.
La Guerra
de los Diez Años (1868-1878)
Descontento por el trato recibido por el Ejército español, el 16 de
octubre de 1868, sólo seis días después del Grito de la Demajagua, se sumó a la
revolución y el día 25 dirigió la Primera Carga al Machete, operación militar
en la que la caballería insurrecta a su mando derrotó a una columna española
que se disponía a retomar la ciudad de Bayamo, en manos rebeldes. Por sus
conocimientos militares y su valentía fue ascendido rápidamente a Mayor General
por el Presidente Céspedes. Se casó en la manigua con Bernarda Toro (Manana)
quien lo acompañó durante la guerra. Combatió en los primeros años, bajo las
órdenes del general Donato Mármol, de quien fue su segundo, y después de la
muerte de éste en 1870, asumió el mando de la División de Cuba (Oriente).
Encabezó la invasión a Las Villas para extender la guerra al centro y el
occidente de la isla. En 1871, Céspedes le designó al frente del ejército que
invadió Guantánamo pero en 1872, le destituyó por un malentendido. No obstante,
al morir Ignacio Agramonte en 1873, le designó Jefe del Ejército de Puerto
Príncipe (Camagüey) donde tomó la ciudades de Nuevitas y Santa Cruz del Sur.
Ganó las importantes batallas de La Sacra y Palo Seco. En 1874, después de
destituido Carlos Manuel de Céspedes, como Presidente de la República en Armas,
por su conflicto por la Cámara de Representantes y con los grupos regionalistas
de Puerto Príncipe y Las Villas, Gómez ganó los combates de Naranjo y Mojacasabe
y la famosa Batalla de Las Guásimas, la más grande de la Guerra de los Diez
Años. El 6 de enero de 1875, cruzó la Trocha de Júcaro a Morón y penetró en Las
Villas con 300 hombres de caballería y 600 de infantería. Los caudillos locales
le obligaron a dimitir del mando de Las Villas por no ser nativo de Cuba. En
enero de 1877 la Cámara de Representantes de la República en Armas le designó
Secretario de Guerra, y en octubre General en Jefe (cargo que no aceptó) y en
diciembre de ese año renunció debido a la creciente desintegración de las
fuerzas cubanas, afectadas por el caudillismo y el regionalismo. Poco después
de firmado el Pacto del Zanjón en 1878 decidió salir de Cuba junto a su
familia, convencido de que resultaba imposible continuar la guerra.
La Tregua
Fecunda (1878-1895)
A pesar
de los generosos ofrecimientos monetarios de Martínez Campos, quien le trató
con respeto y caballerosidad (incluso intentó dar a sus ofrecimientos un
carácter legal para acallar el orgullo de Gómez), el Generalísimo se retiró de
Cuba a Jamaica en la más absoluta miseria, a donde se fueron con él su esposa
Bernarda Toro (Manana) y sus hijos. En esa época perdió a uno de sus pequeños.
Fue ayudado financieramente por algunos amigos y comenzó a trabajar la tierra
(una pequeña vega de tabaco) con sus propias manos. En 1884 inició una nueva
conspiración independentista que debió abandonar en 1886 por falta de apoyo
suficiente. Posteriormente, Gómez se trasladó a Costa Rica, donde restableció el contacto con
Maceo y luego entraría en contacto con José Martí, cuya labor organizadora para la
"Guerra Necesaria" terminó por conquistarlo. Gómez aceptó la
dirigencia política de Martí, cuya visión política y personalidad de líder
posibilitaron el financiamiento y organización de las principales expediciones.
Además, prácticamente todos los oficiales de la Guerra Grande, incluidos Martí
y Maceo, aceptaban y deseaban a Gómez en la máxima dirección militar de la
Revolución.
En 1888
se estableció de nuevo en República Dominicana a donde acudió Martí en marzo de
1895 para firmar con Gómez el histórico Manifiesto de
Montecristi, en el que los líderes dejaban expresa su ideología de
independencia y de que la guerra no era contra los españoles, sino contra las
autoridades coloniales de España en Cuba, para ingresar a Cuba en el concierto
de las naciones libres e independientes. También se dejaba explícito el
carácter popular y democrático de la lucha y de la República a ser fundada, una
"República con todos y para el bien de todos", rechazando cualquier
desviación o interpretación de la causa como guerra racial, pillaje o
aventurerismo.
La
Guerra Necesaria (1895-1898)
En
abril de 1895 (el 24 de febrero se había producido el alzamiento en Baire)
llegaron Gómez y Martí a Cuba, desembarcando en Playitas de Cajobabo, costa sur
de Guantánamo. En otra expedición arribaron a
Cuba los hermanos Maceo por Duaba, cerca de Baracoa. Pocas semanas después,
tras ser constituida la jerarquía militar del Ejército Libertador, con Gómez
como General en Jefe y Antonio Maceo como Lugarteniente General, cayó Martí en
Dos Ríos, con gran pesar de Gómez.
A finales de ese mismo año comenzó la
Invasión a Occidente, una ingente gesta militar libertadora librada por Gómez y
Maceo desde Mangos de Baraguá hasta Mantua, donde llegó Maceo hacia octubre de
1896. La Invasión a Occidente fue llevada por una larga columna, cuyos mandos,
de extrema flexibilidad y excelente coordinación, la fragmentaban para la
guerra de guerrillas o para el combate campal, según las necesidades del
momento [cita requerida].
La columna marchaba mandada por Maceo como su Lugarteniente y por Quintín
Bandera como General de División de la infantería mambisa.
Mientras
Maceo avanzaba con Bandera más al oeste que Gómez, éste llevó a cabo en
Camagüey un movimiento constante alrededor de la capital provincial, llamada la
"Campaña Circular", que sumó numerosos adeptos de la juventud
camagüeyana [cita requerida].
Igualmente llevó a cabo una campaña en Las Villas, que esta vez sí fue coronada
por el éxito. Anteriormente había sido herido en el cuello durante el primer
cruce de la Trocha Militar de Júcaro a Morón (actual
provincia de Ciego de Ávila), un sistema de cercas, puestos
militares y fortines que los españoles habían declarado inexpugnable. Después
de eso casi siempre usaba un pañuelo en el cuello, con el que lo pintaría el
periodista norteamericano Grover Flint en varios de sus históricos bocetos.
En lo
que es la frontera actual de Las Villas con Matanzas, Gómez llevó a cabo el célebre
"Lazo de la Invasión", en el que retrocedió unos kilómetros ante
fuertes columnas españolas, ante cuya vista destruyó las líneas férreas hacia
el Oriente, para luego hacer un avance envolvente hacia Occidente, volviendo a
cortar todas las comunicaciones, esta vez por el Oeste. Dejaba así a un gran
contingente de tropas que fueron hábilmente hostigadas y diezmadas por
guerrillas que, si bien eran muy inferiores en número, estaban en pleno
conocimiento del terreno y exterminaron a gran parte de los infelices
"quintos" que eran traídos por decenas de miles a pelear en Cuba.
En La Habana, además de recibir su segunda y
última herida de bala, llevó a cabo una estrategia simple pero eficaz para
eludir el combate abierto. Se movía en cuadriláteros de dos o tres kilómetros
de lado, dejando atónitos a los expertos generales españoles, veteranos de
guerras en Europa y África [cita requerida].
Refugiándose por pocas horas en los cayos de monte habaneros, atacaba luego a
las fuertes columnas hispánicas por la retaguardia, en cargas breves pero
feroces. Con esos movimientos volvió a retirarse al Este, para reunirse con los
patriotas en la histórica Asamblea de la Yaya, que se produciría a comienzos de
1897.
El
Viejo, o Chino Viejo, como era conocido Gómez por sus íntimos [cita requerida],
se llenó de pesar al conocer de la caída en combate de Antonio Maceo y junto a
él de su bravo y querido hijo, Francisco
"Panchito" Gómez Toro. Su pena la dejó plasmada en carta a
María Cabrales, esposa de Antonio Maceo. En dicha carta escribió: "Usted
que puede, sin sonrojarse ni sonrojar a nadie, entregarse a los inefables
desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por Usted y por
mi..." Antes ya había caído José Maceo, el "León de Oriente" [cita requerida].
Inmediatamente designó como Lugarteniente al experto Mayor General Calixto García
Íñiguez, quien sería el encargado de llevar las acciones de guerra
en todo el departamento oriental. Gómez se mantuvo durante todo 1897 operando
entre Las Villas y Las Tunas, mientras en Occidente actuaban los generales
Lacret y Mayía Rodríguez. El verano de 1897 fue fatídico para las armas
españolas no sólo por el exterminio a manos de las guerrillas mambisas que las
hostigaban hasta de madrugada, sino por el paludismo, la disentería y otras
enfermedades tropicales.
El
Generalísimo se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus
tropas. Tanto sus soldados, como los prefectos mambises corruptos, conocieron
penas de muerte por fusilamiento y/o la degradación. Para las indisciplinas
menores, no relacionadas con cobardía, el cepo mambí o el paso a la impedimenta
eran los castigos usuales. La cobardía, si no tenía consecuencias graves, era
castigada con la obligación de avanzar en solitario hacia filas enemigas y
procurarse una o más armas, un uniforme y parque [cita requerida].
Los robos o agresiones a campesinos eran castigados con el fusilamiento. Gómez
entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido por Salvador
Cisneros Betancourt por
la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que recién
se unían a las filas mambisas. Fueron muchos los diplomas de nombramientos que
rompió con sus manos, para después nombrarlos como soldados rasos y ubicarlos
en sus filas. Con Gómez los grados tenían que ser ganados en combate.
Ante
los esfuerzos de muchos emigrados por lograr el reconocimiento de la beligerancia
cubana por los Estados Unidos, Gómez expresó: "El reconocimiento de los
americanos es como la lluvia: si viene está bien, y si no, también." [cita requerida]
Al
producirse la intervención norteamericana en la guerra, Gómez se hallaba hacia
el centro del país, en su tarea de diezmar las decadentes tropas españolas y a
punto de avanzar por segunda vez a La Habana para invadirla definitivamente.
Reaccionó airado ante la prohibición de entrar en Santiago de Cuba a las tropas
cubanas, emitida por el general estadounidense Shafter, pero no tomó acción
alguna, no sintiéndose con derechos de cubano, a pesar de su papel
preponderante en la campaña.[cita requerida]
Ya en
1898 se trasladó a La Habana para la Quinta de los Molinos,
donde fue recibido por una multitudinaria manifestación de simpatía. Al
establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional, Gómez entró a
formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su carácter puramente
militar y su condición de extranjero. Entró en contradicciones con varios de
sus diputados, varios de los cuales militaban entre las filas de los
reformistas y los autonomistas.[cita requerida]
Inicios de
la República y fin de su vida
Por su
condición de extranjero se negó a constituirse como candidato a la presidencia
ante las inminentes elecciones de 1902, en las que se postulaba Tomás Estrada Palma,
a quien apoyó, proponiendo de paso a Bartolomé Masó,
patriota probado en campaña, como vicepresidente de Estrada.1 Pero
Masó, por su parte, se retiró de las elecciones. A partir de ese momento, Gómez
se retiró a una villa en las afueras de la capital, haciendo su paseo matinal
por un largo terraplén que es hoy la céntrica Calzada del Diez de Octubre.[cita requerida]
La
contradicción principal estaba dada por si aceptar el donativo ofrecido por el
Gobierno estadounidense de tres millones, o si pedir un empréstito mayor que
asegurara un descanso decoroso a los soldados del Ejército Libertador. Gómez
era más partidario a tomar el donativo del Gobierno estadounidense, por temor
al nacimiento de una República endeudada. Mientras que la Asamblea del Cerro
era partidaria de un empréstito mayor, pues aunque la República naciera
endeudada, ella sería reconocida como el organismo legal representante de los
intereses del pueblo cubano, destinado a devolver el empréstito a los bancos
estadounidenses.
A
finales de 1898, Tomás Estrada Palma disuelve el Partido
Revolucionario Cubano, y la Asamblea, preocupada por los
acontecimientos, designó una comisión, encabezada por el General Calixto
García, para que se trasladase a los Estados Unidos y, en trato con los
dirigentes de este país, tratase de precisar el futuro de Cuba, siempre en el
entendido de la instauración de una nación soberana. La comisión, muy festejada,
no fue considerada, sin embargo, “oficial”. El gobierno estadounidense no la
reconoció como representante del pueblo cubano. Todo lo que se pudo conseguir
de Washington, fue una donación de tres millones
de pesos para aliviar la pobreza de los soldados de la Revolución.
El 12
de marzo de 1899, la Asamblea del Cerro acordó la destitución de Máximo Gómez
como General en Jefe del Ejército Libertador, y la eliminación definitiva de
ese cargo. Las discrepancias habían llegado a su clímax y se resquebrajó la
imprescindible unidad.
El
Generalísimo, mediante un manifiesto a la nación, expresó:
...Extranjero
como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa
de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor
abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina,
creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada
se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en
beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante
mi tienda, siempre podrían contar con un amigo.
Al
conocerse la noticia, las masas populares realizaron manifestaciones de condena
a la Asamblea del Cerro y de solidaridad con Gómez. Bajo las consignas “Abajo
los Asambleistas” y “Viva Máximo Gómez”, durante tres días el pueblo desfiló
ante la habanera Quinta de los Molinos en espontánea acción de agravio.
En toda
la isla se quemaron monigotes que representaban a los asambleistas, el 15 de
marzo aparecieron fuertes críticas y burlas hacia los asambleistas en la
prensa, a quienes el pueblo acusaba de ir hacia el abismo de la anexión. Días
después de la destitución de Gómez, la Asamblea se disuelve bajo presiones
populares, quedando el pueblo de Cuba sin representante ante las injerencias
estadounidenses.[cita requerida]
El 2 de
abril en carta abierta a su esposa, Bernarda Toro, Gómez expresa en relación
con la situación del país:
Los que
esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi
inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño
de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo,
por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna.
...La
actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos
históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio... Nada más racional
y justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a vivir con su
familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea
obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino. La
situación pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria material y de
apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día
más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no
dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía.
Cuando
Don Tomás Estrada Palma decidió intentar la reelección presidencial inmediata,
Máximo Gómez decidió iniciar una campaña contra la reelección a lo largo de
todo el país. Una lesión en la mano se le infectó al saludar a miles de cubanos
que le recibían en cada pueblo y le provocó septicemia. Su estado de salud
comenzó a deteriorarse de manera acelerada, lo que obligó a su traslado
inmediato a La Habana, en cuyo trayecto fue operado en dos ocasiones. Sin
embargo, no pudo recuperarse.
El
Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de
1905, sin fortuna personal, en su villa habanera, a la edad de 68 años.
Gómez
dedicó la mayor parte de su vida a su "querida y sufrida Cuba". Su
brillante estrategia militar y su estilo de mando, célebre por su severidad, le
posibilitaron llevar a cabo campañas (la Invasión y posteriores campañas) sin
precedentes históricos por la disparidad de sus fuerzas tanto en hombres (de
35.000 a 40.000 mambises contra más de un cuarto de millón de españoles) como en técnica militar: los mambises
no contaban con artillería, salvo a finales de la guerra, cuando Calixto García
asedió a la ciudad de Holguín con algunos cañones tomados al enemigo],
sin contar con las dificultades enormes para hacer llegar expediciones con
hombres y armas para la lucha. Por último, su conducta desinteresada de
retirarse de los asuntos políticos, luego del triunfo cubano, también fue
admirable en cierto modo, pues nunca pretendió protagonismo en la vida política
civil de Cuba, a la que en realidad tenía derecho por sus extraordinarios
méritos.
Aunque
fueron muchos los grandes patriotas cubanos, cuando se cita la trilogía de
hombres fundamentales de la Guerra de Independencia, Máximo Gómez está junto a
José Martí y Antonio Maceo.