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Homenaje a Larissa Cabrera Almonte

Homenaje a Larissa Cabrera Almonte-José-Dorín-Cabrera‏
Por: José-Dorín-Cabrera‏

Aun me duelen las ventanas de abrirlas y no verte, irradiando el resplandor de tu bondad. Para sólo encontrar tus palabras envueltas en mis dedos, y rozar tus manos de acacias caídas en un puñado de nomeolvides. 

Tomo la aguja de la esperanza y los hilos de las ilusiones, para coser los agradables recuerdos de tu ser deslizándose como una sinfonía de ayeres remando en un manantial de nostalgia. Tal vez Nietzsche tenía razón cuando dijo “…la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre…”.

 Tal vez, porque no hay un significado importante sin dolor. Soy un fantasma atolondrado que camina detenido en el borde de un espejo hilando misterios de cenizas, en la profunda llama angustiada de tu rostro que es tú alma en este trágico gesto de la vida, cual forma frágil y sensible de las alas del agua que es la lluvia. 

Soy un fantasma que anda con tu ausencia asida a mis manos buscándote afanosamente, para verte sonreír en cada alegría de la ciudad y encontrar un vacío que contrasta con tú existencia que vive en mis ojos con sed de verte. Soy un fantasma que ha convertido tu ternura en un poema que musita al viento, bordando soledades con el desasosiego de las penas y los incendios de las verdades. 

Ni el mar embravecido, harto ya de mis lágrimas, podrá ahogar mi lamento, mi pesar que recorre la senda de una tarde de atardeceres buscando dónde vive un anhelo, dónde vive el aura de un susurro que me engañe diciéndome dónde tú estás, en este mes cruel de noviembre, cuando un día 5, te marchaste dejándome clavado a las llamas de mis llantos ya desgarrados de espinas. 

1 Soy un fantasma que sueña cuando tú me llevas por una blanca vereda hacia el azul caminante de una mañana grande y serena, como mostrándome la perpetuidad de tu alma en el hondo cielo, para cruzar la frontera que hay al llegar el sol y abrir la enorme puerta, para creer que escucho tu voz, inalcanzable. 

Soy un fantasma que se levanta de madrugada con la creencia que te encontrará en una pequeña esquina del firmamento; me levanto a hurtadillas, sin ruidos, para creer, si yo solo, sin que nadie lo sepa (sólo entre tú y yo) como un ladrón de voluntades, te puede ver y hablarte, y decirte de nuevo, otra vez, que desde que te fuiste no sé qué ha sido de mi vida, sin tus cálidos afectos. Por cuál de los caminos se me escapó tu esperanza, para quedarme aprisionado en un hueco de tinieblas. Si yo no hubiese conocido la belleza, diría que nunca vi tus ojos llenos de flores y frutas, que inundaban de felicidad mi dicha como si flotara en el centro de la aurora lamiendo una sed que intentara calmar este dolor que no cesa. 

Hace hoy veintiún años que intenté hacer contigo una proeza, descolgar la luna de su lecho para darte vida y salud en el racismo de mi pecho, en el sosiego de tu noble mamá, y en el sentir solidario de tus hermanas Liza y Melissa. 

Aquella madrugada conocí el clamor de tu increíble dolor y el horizonte del terror a mi lado, porque en tu habitación yo conversaba con el miedo que me refería una eternidad que navegaba sobre el lomo del fin. Soy un fantasma que habla con la noche sin que ella me escuche, a pesar de su silencio y del frío de las brumas de sus sombras. Soy un fantasma que, veintiún años después, aun te busca como el primer día de tu partida en la corola de las rosas, para aposentar el instante de mi dicha, y ser de nuevo, feliz. 

2 Soy un pobre y triste fantasma que llora recorriendo los ríos y los bosques del crepúsculo y del alba, yedrando inmarcesible como un Dios de aliento y esperanza en la orilla de la nada de olas desnudas y descalzas que me dicen adiós. Soy un fantasma que no duerme porque cree que tú pudieras volver y no verte en las esquirlas de mi imaginación, a pesar de la claridad onírica de nuestros diálogos. 

Soy un fantasma que camina sobre la extinción de hojas amarillas que empiezan a nublarse con un otoño que tiene prisa por llegar, que cuando anochece en la puerta de tu soledad, por la ribera de mi pensamiento, te acompaña con un poema y un “te extraño”. 

Te fuiste para quedarte en mi corazón y en mi memoria. Ni el paso del tiempo, ni estos veintiún años, ni tu mística ausencia, han podido ni podrán borrar la huella de tu aroma que dejaste en nosotros, que te queremos tanto. Cobijado con una sábana de sufrimiento tan inmenso como el tamaño de la luz, aprendo a construir historias para contarte, invento oraciones hermosas que expresen lo demasiado que te adoramos, hija de mis angustias. Soy un fantasma que en mi delirio ensaya para cuando vuelvas, porque ser un padre bueno no es cualquier cosa. 

Una hija necesita admirar a sus padres para que cuando tenga uso de razón, todavía quiera venir a sus brazos como tú lo hacías. Ser padre de una hija como tú es un destino, una metáfora, un símbolo, y yo, que soy un hombre plenamente realizado, con todo para vivir y más, nada me hace tan feliz como cuando te pienso, y cuando recuerdo que aún en tu inaceptable ausencia sigo sintiendo el orgullo grande de ser tu padre. 

Ese agradable recuerdo es una llama que arde en mi ser, entre la esperanza y la desesperación, entre el olor de ayeres a rosas y azucenas y la alegría que eras –eres- tu que cruzó a nuestra vera con paso de paloma, y que –iluminada- levantó el vuelo como el viento que susurra en cascada cuando se convierte en ocaso. 3 Lucas, tu sobrino, me ha preguntado por ti, y me ha pedido que, cómo él no ha podido verte, te mande a decir, junto a sus hermanitos, 

“Los Mellos”, Liamn y Louiex, que te repita lo que una vez en una carta él, Lucas, te escribió “…

Tía Lari, donde quiera que estés/ nuestro amor inmenso hacia ti te construirá un puente lleno de luz en el tiempo/ sobre dos pétalos inmensos de ilusiones y alegrías/ para que vivas siempre como tu rosto de bondad que soñamos/ y tu voz de mariposa que presentimos/ vuele en aquellos lugares más profundos que el adiós/ y si eres prisionera del cielo/ abriremos sus puertas hasta tus pies/ y te mantendremos como una corola de grandes llamas en nuestros pequeños corazones/ día y noche/ noche y día/ para que no seas un sueño triste que se sueña/ que te sueña nuestra memoria/ siempre cerca/ tía/ estando tan lejos/ donde quieras que estés/ nuestro amor inmenso hacia ti/ tía Lari. 

No nos acordaremos de olvidarte, y hoy 5 de noviembre, entre los tres, yo, Lucas, Liamn y Louiex pudimos cortar una rosa, que mamá Liza y papá Luís, nos han dicho que se parece a ti y al exponerla al sol tuvimos la dicha inmensa de que nos miró y nos sonrió al igual –dicen papá y mamá- como lo hacías tú, tía Lari, con respeto y admiración Lucas, Liamn y Louiex, tus sobrinos…

”. Homenaje a la Santa Larissa Alexandra Cabrera Almonte, de su mamá Milagros Almonte, de sus hermanas Liza Cabrera de Castillo y Melissa Cabrera Almonte, de su cuñado Luís Castillo, de sus sobrinos Lucas José, Liamn José, Louiex José Castillo Cabrera y de su papá José-Dorín-Cabrera. 5 noviembre 2015. josedorincabrera@gmail.com

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