Crónica de un secuestro....

Reproducimo aquí una crónica publicada este lunes en el matutino Listín Diario, sobre secuestro de Eduardito Baldera Gómez.
EDWARD BALDERA GÓMEZ NARRA LO QUE PASÓ
“Ese día oré como diez veces y me soñé en casa”
SÓLO DOS HOMBRES SE QUEDABAN TODO EL TIEMPO CON ÉL Y SE TURNABAN PARA BUSCAR LOS ALIMENTOS
Santo Domingo.- El día que lo secuestraron, Edward Baldera Gómez se levantó como de costumbre: a las seis de la mañana.
Se bañó, se cambió y se fue a Samaná para atender el negocio familiar. Ese viernes, 18 de septiembre, parecía una fecha normal, pero fue un día que cambió el curso de la historia de la familia Baldera Gómez. El rapto de su hijo la sumergió en el dolor y la incertidumbre y la colocó en el ojo de la opinión pública. Su vida ya nunca será igual.
Un equipo encabezado por el director de LISTÍN DIARIO, Miguel Franjul, y el subdirector, Fabio Cabral, se trasladó a la ciudad de Nagua, para conocer la verdad de los hechos.
Este es el relato, contado por su propio protagonista:
Este es el relato, contado por su propio protagonista:
¿Cómo fue ese día?

Eso fue un viernes, 18 de septiembre. Yo normalmente me levanto a las seis, me baño, me voy para mi trabajo con mi cuñado y otro empleado. Me fui para Samaná con un millón y pico de pesos. Como a las dos de la tarde vimos a unos tipos sospechosos allá; llamamos a mi papá y él llamó al coronel de la Policía en Samaná.
La Policía fue y se los llevaron presos y todo fue normal, cerré el negocio como a las cinco de la tarde y cogí para acá, con los dólares y euros que compro.
Llegamos en el transcurso de una hora, entro a mi casa, me cambio de ropa, guardo el dinero y salgo para el gimnasio. Salgo del gimnasio como a las 8:30 de la noche pero como mis padres estaban en un retiro en la capital, me voy para donde mi novia para poder venir temprano a mi casa. Como a las 9:00 llegan tres hombres, caminando y uno me dice:

- El coronel Escolástico te mandó a buscar
-¿Qué quiere el conmigo?
-No, él te va hacer un par de preguntas y vienes de una vez.
Entonces me pusieron las esposas y me preguntaron dónde estaban las llaves del vehículo y les dije que estaban encima de la mesa, donde también estaban los celulares, mío, de mi novia y el de mi suegra.
Los cogieron todos. Me montaron en la camioneta, apuntándome con una Uzi, y mi novia se montó obligado porque la querían dejar y arrancamos.
Cuando íbamos a salir camino a (San Francisco de Macorís) , me lo encontré raro.
Entonces mi novia dijo que por ahí no quedaba el cuartel, pero ellos la mandaron a callar. Me llevaban con la cabeza abajada, encima de los muslos de mi novia y cuando íbamos por El Factor (municipio de Nagua), me taparon la cabeza y de ahí ya no vi nada.
Luego ellos se paran y le dicen a mi novia que se quedara. Ella dice que no, que la dejaran más adelante frente a una casa, pero ella lo que quería era ir conmigo. A la tercera vez que se pararon le dijeron que se quedara “porque nosotros no somos relajo y ahí estaba claro”.
La desmontaron, y el de atrás le dijo a otro que le diera 50 pesos para el pasaje.
Después que la desmontaron a mí me pusieron un saco negro, me arroparon la cabeza
Cuando íbamos más adelante, el chofer dijo que se estaba acabando el combustible.
Cuando íbamos más adelante, el chofer dijo que se estaba acabando el combustible.

Es un vehículo de gasoil que casi no hace mucha bulla. Ellos me preguntaron a mí que de qué era, y yo les digo que era de gasolina, para engañarlos. Intentaron pararse en un sitio, pero otro le dijo que no, entonces sentí que doblaron por una callecita y se escuchaba un reggaetón que decía “el poco tiempo que te queda a ti de vida”.
Eso me asustó, porque pensé que era a mí y que me iban a matar. Entonces, más para adelante me sacaron y me tiraron en algo, sentí como que era el piso, y otro se fue a buscar combustible en un galón y después volvieron a buscarme.
Cuando me volvieron a montar en el vehículo, me di cuenta que cambiaron a un personaje, que era el que iba atrás conmigo, porque el primero que iba tenía la voz más joven y el que montaron hablaba como un viejito.
Entonces corrimos unos kilómetros y viene la camioneta “pan, tira un tiro y se apaga”, ellos se averan y preguntan:
-¿Qué le pasa al vehículo?
-No sé.
-Dime lo que le pasa sino quieres que te dé un tiro, habla, habla.
Me puyaban con la punta del arma, sentía que me apuntaban.
-Yo no sé, porque este vehículo es de mi papá, hace como tres o cuatro días que lo compró, yo lo monté por primera vez.
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